Cómo enamorarte de ti

 Cuando me sentía triste porque no encontraba a mi “media naranja”, mi mamá siempre me decía: 

Siempre hay un roto para un descosido.” 
¡Y lo odiaba con todo mi corazón! 
¿Yo rota? ¿Yo descosida? ¡Claro que no! 
¿Eso era lo mejor que me podía ofrecer la vida? ¿Alguien igual de “descompuesto” que yo? 

que lo decía con buena intenciónquería darme esperanzapero no podía evitar odiar esa frase. 

La verdad es que durante muchos años tuve malas relaciones. Relación tras relación con personas que no me valoraban ni me apreciaban. Una tras otra, por años. Así que cuando escuchaba esa frase, pensaba, "Yo no soy una mala persona. No estoy rota. ¿Por qué merecería algo así?” 

Así que me rendí. 

Después de tanto sufrimiento, lágrimas y decepciones, decidí dejar de buscar al “amor de mi vida”, a mi “otra mitad”, a esa persona que supuestamente me iba a traer felicidad y amor. Estaba harta. Me cansé del ciclo sin fin. Lloré mucho. Pensaba que estar sola era de perdedoras. “Ni siquiera soy capaz de encontrar a alguien que me quiera”, pensaba. 
Acepté esa triste realidad y seguí con mi vida. Y fue justo ahí cuando todo empezó a cambiar. 

Empecé a planear mi vida sola, sin expectativas. Ya no me preguntaba: ¿Y si encuentro pareja? Simplemente me preguntaba: ¿Qué me hace feliz? 

Empecé a hacer cosas que nunca había intentado, como andar en bicicleta por carretera. 
Viajé más. Me dediqué a disfrutar. Y poco a poco, sin darme cuenta, comencé a conocerme mejor. 

Un día, una de mis sobrinas vino a platicarme sobre una oferta de trabajo que le habían hecho en otro estado de México. No me pedía consejos, solo quería platicar. Hablamos de cómo fue para mí cuando me mudé de México a Estados Unidos. Después de que se fue, me quedé pensando: “¡Bueno, soy una chingona! Y ahora le estoy diciendo a alguien que amo que ella también puede serlo. ¡Qué fregón!” 

Ahí empezó mi camino consciente. Ya no fingía estar bien sola—realmente lo estaba. 
Me sentía libre. Libre de las expectativas de otros, o de las que yo misma me había impuesto. Cosas como: casarme o tener pareja, tener hijos, comprar casa, llevar pareja a las fiestas. Ya no me importaban los estereotipos. 

Un día, platicando con mi hermano menor sobre “ser una mejor versión de ti misma”, él me dijo: “Sé tú… pero mejor.” Nos reímos. Sonaba muy simple. “¿Y eso cómo se hace?”, le pregunté. Me dijo: “Háblate en tercera persona. Trátate como si estuvieras conociendo a alguien.” 

Me reí, pero lo empecé a hacer. Al principio se sintió raro, pero con el tiempo esa práctica me dio tanta claridad. No lo podía creer. Me convertí en mi persona, como dicen los americanos. Hoy en día, hasta me da flojera la idea de buscar una pareja romántica. Estoy tan feliz con mi vida tal como es, que no quiero cambiar nada. 

Y por eso quiero compartirte lo que me ayudó a convertirme en mi persona, para que también puedas dejar de buscar amor, aprobación o aceptación fuera de ti. Ya basta de eso. 

Paso 1: Conócete 

Imagínate que eres alguien que te cae bien, alguien que te interesa conocer. 
Como una nueva amistad. Y empieza a hacerte preguntas: 

Hola, [escribe tu nombre], 

  • ¿Qué te gusta hacer cuando no trabajas? 
  • ¿Por qué? 
  • ¿Para qué? 
  • ¿Te hace feliz? 
    • ¿No? ¿Entonces por qué lo sigues haciendo? 
    • ¿? ¿Por qué no lo haces más seguido? 

Haz lo mismo con todo: 

  • ¿Te gusta tu trabajo? 
  • ¿Te gusta dónde vives? 
  • ¿Qué disfrutas más en la vida? 
  • ¿Dónde te gustaría vivir? 
  • ¿Quieres tener mascota? 

Ya ves por dónde va. Este ejercicio te ayuda a conocerte: saber qué te mueve, qué necesitas, qué no quieres. Luego haz una lista: Lo que amas, lo que necesitas, y lo que no. Y empieza a hacer cambios o mejoras que te beneficien a ti. 

Paso 2: amable contigo 

Yo vivo con diabetes tipo 2, así que si quiero vivir muchos años y sentirme bien, tengo que cuidar lo que como y hacer ejercicio regularmente. Y tal vez tú también tengas cosas que “tienes que hacer” por tu salud o tu bienestar. 

Si un día no hago ejercicio o me como tres chocolates—no pasa nada. Lo que no está bien es hacerlo diario y ponerte excusas, porque al final eso te hace daño. Pero si es una excepciónya está. Nada de culpa. Nada de tristeza. 

Entre más importancia le das a algo, más grande se vuelve. Si te enfocas en la culpa o la tristeza, se hacen más pesadas. Todos hacemos lo mejor que podemos. Haz lo tuyo y sigue adelante. 

Paso 3: Agradece

Este paso es clave. 

Todos tenemos algo que agradecer. Si estás leyendo (o escuchando) este blog, significa que puedes ver o escuchar. No todos tienen ese privilegio. Da gracias por eso. Por tener un techo, comida, salud… la lista es infinita. 

Haz este ejercicio: 
Durante una semana, cada mañana, escribe tres cosas por las que estás agradecido(a). Solo tres. Trata de no repetir ninguna durante la semana. Después de unos días, ¡yo ya quería escribir diez! 

Y no soy la única loca, ¿eh? Esto tiene respaldo científico. 

Beneficios comprobados de la gratitud: 

  • Reduce el estrés y los síntomas de la depresión 
  • Mejora el sueño y refuerza el sistema inmune 
  • Aumenta la resiliencia emocional 
  • Fomenta hábitos de vida más saludables 
  • Ayuda a bajar la presión arterial y la inflamación 

Ser agradecido no significa que serás feliz todo el tiempo. Pero significa que será mucho más fácil llegar a ese estado mental y emocional cuando lo necesites. 

Quiero dejarte con esto: 
No busques el amor fuera de ti. 
Sé amable contigo. 
Sé agradecido(a)
Y sobre todo—conócete. 
Te vas a sorprender de la persona tan increíble que eres. Cuando te conoces de verdad, te enamoras de ti. ¡Feliz viaje al alma! 

Si te gustó esta entrada, dale un me gusta y déjame un comentario. ¡Nos vemos en la carretera! 

English version



No comments:

Post a Comment

Thanks for stopping by and joining the conversation!