Una Corazonada, un Café y Tucson

Hace dos años, decidí dejar San Diego, California, y mudarme a Tucson, Arizona. 

No fue algo que planeara durante meses… bueno, supongo que , pero también no. Antes de seguir divagando, déjame darte un poco de contexto. 

Si has leído mis primeras entradas del blog (y si no lo has hecho, ¡hazlo! Están bastante entretenidas), sabrás que me mudé de Tijuana a San Diego en 2016. Fue una gran oportunidad laboral, sobre todo porque implicaba salir de México, algo que había soñado durante mucho tiempo. Fui muy feliz viviendo en San Diego y trabajando muchos años en la misma empresa. Pero unos años después, sentí que necesitaba un cambio. Así que en 2021, cambié de compañía. 

El nuevo trabajo estaba muy bien. Volví a mis raíces gestionando acciones correctivas, un proceso dentro de la industria médica que siempre me ha gustado. Después de la pandemia, muchas posiciones se volvieron remotas o híbridas (una combinación de presencial y remoto). Mi trabajo era híbrido. Me encantaba trabajar desde casa un par de días a la semana. No tener que manejar al trabajo me daba más tiempo para mí… y para mi perro. Intenté negociar para quedarme 100% remota, pero no funcionó. Sin embargo, uno o dos meses después, se abrió una vacante en otro departamento—y esa sí era completamente remota. 

Sabía que era posible, solo necesitaba ser paciente. Así que hice el cambio. ¡Y me sentí tan libre! Aunque el trabajo seguía siendo de 40 horas a la semana, tener la libertad de trabajar desde casa no tenía precio. Unos meses después de haber conseguido ese puesto, me sentí más estable laboralmente y decidí empezar a buscar casa. San Diego es un lugar hermoso, el clima es casi perfecto, pero también es extremadamente caro. Comprar casa no iba a ser fácil para mí. 

Pero ahora que podía trabajar desde cualquier parte, ¡las opciones se abrieron! Y recordando esa pregunta de mi primera entrada del blog—¿Qué harías si no tuvieras miedo?—esa es la pregunta que siempre me hago cuando algo me da miedo. Así que, fingiendo que no tenía miedo, empecé a investigar: Seattle, Oregón, Colorado, Wisconsin… ¿por qué no? Hablé con amigos que vivían o habían vivido en esos lugares. Y de pronto, se me ocurrió: ¡Tucson! 

¿Y por qué Tucson?, te preguntarás. Bueno, aquí viene la historia de Tucson y yo. 

Fue por allá en 2009 o 2010. Yo trabajaba en el departamento de Capacitación en una empresa manufacturera en Tijuana. Algunos de nosotros nos certificamos para dar un curso sobre cultura organizacional a todos los empleados. Un día nos pidieron a mi compañera y a ir a la planta de El Paso, Texas, por una semana para dar el curso al personal hispanohablante. Habíamos dado ese curso docenas de veces, así que era una tarea fácil. 

Volamos a El Paso, conocimos a la persona de Recursos Humanos y a otros miembros del equipo, y nos llevaron a una gran sala de conferencias donde impartiríamos el curso. Día uno: lunes. El curso estaba dividido en módulos. Mi compañera siempre empezaba, luego yo, luego ella otra vez, y así. Ella empezó como siempre, luego fue mi turno. Al terminar, mientras ella retomaba su parte, decidí tomar un descanso y buscar el baño… y un cafecito, por supuesto. 

Alguien me dio indicaciones. Los baños estaban pasando la cafetería. Mientras caminaba hacia allá, vi la espalda de un hombre alto sirviéndose un café. Yo sabía a dónde iba, pero por alguna razón me detuve y le pregunté: “Hola, oye, ¿es por aquí el baño?”. Se volteó y me dijo: “Ah, espera, yo te llevo”. Aún hoy, al recordarlo, se me pone la piel chinita. 

Me acompañó al baño, que estaba a solo unos pasos de donde estábamos. Nos detuvimos un minuto, tal vez dos, a platicar. Me dijo su nombre, yo le dije el mío, me señaló dónde estaba su oficina. Le conté brevemente por qué estábamos ahí, y ya. Después, todo volvió a la rutina. La semana pasó volando, terminamos el curso y el viernes, último día, nos estábamos preparando para ir a cenar con el equipo. De repente, la persona de RH me preguntó: “¿Y conociste a alguien?”. Pensé un par de segundos… y ¡me acordé de él! Le dije su nombre y dónde trabajaba. Abrió los ojos sorprendida y dijo: “¡Ah! Le diré que le mandaste saludos”. Me reí. No esperaba nada de esa conversación. 

Lunes. Ya de regreso en la oficina, suena mi teléfono. Código de área 915—El Paso. Sentí cómo se me subía el ombligo a la garganta. Contesté, y él dijo: “Hola, ¿te acuerdas de mí?”, en español. Sí, hablaba español fluido… y otros cuatro idiomas, como supe después. Esa llamada fue el inicio de una historia de amor—al menos lo fue para mí. 

Tuvimos una relación a distancia por un par de años. Él venía a San Diego, o yo iba a El Paso. Pero el mejor lugar donde nos vimos fue Tucson. Podía estar a mil grados centígrados, pero no me importaba, ¡estaba con él! Amé a ese hombre con todo mi corazón. Tucson me dejó recuerdos hermosos gracias a él. Así que cuando llegó el momento de escoger dónde mudarme, Tucson fue la mejor opción. 

Había venido a Tucson en 2021 y 2022 con una amiga ciclista para participar en El Tour de Tucson (que se ha convertido en una tradición maravillosa—¡ahora todos mis amigos ciclistas vienen cada año!). En 2023, ya trabajando 100% remoto, empecé a venir por unos días para buscar casa. Pero decidí acelerar el proceso y rentar primero. 

Me encanta mi vida en Tucson. Es el tipo de lugar donde puedes manejar despacito—no porque seas lento, sino porque si no lo haces, ¡te pierdes las vistas a las montañas! Compré mi casa el año pasado, en 2024, y estoy más feliz que una lombriz. El ciclismo es increíble, la comunidad ciclista aún mejor, y la vida aquí es tranquila y alegre. He tenido que hacer algunos ajustes para adaptarme al clima, pero todos han valido la pena. También puse en Airbnb mi habitación de huéspedes, y este invierno recibí a personas increíbles e inspiradoras, ¡especialmente dos triatletas! 

Así que quiero decirte esto: 
Escucha tu intuición. Hazle caso a tus instintos. Escucha al amor. No dejes que el miedo sea quien te guíe. 
Si sientes ganas de saludar, dar un cumplido o simplemente sonreír, hazlo. Tal vez cambies el día de alguien… y el tuyo. Y si tienes miedo, ¡hazlo de todos modos! Te sorprenderías de todo lo que puedes lograr cuando dejas de tener miedo. 

Si te gustó esta historia, dale like o déjame un comentario. 
¡Gracias por leer, y nos vemos en la carretera o en Tucson! 🚴‍♀️🌵 


English Version

No comments:

Post a Comment

Thanks for stopping by and joining the conversation!